sábado, 29 de septiembre de 2012

Cibercultura y Sociedad del conocimiento.



La realidad cambia constantemente pero la "sociedad texto" permanece en equilibrio estático. Jesús Galindo Cáceres nos expresa que "El hipertexto permitio por primera vez la posibilidad de construccion de la textualidad desde la lectura. Antes, solo la lectura se movia, la textualidad quedaba intacta, solo parecia agitarse en la multiplicacion de los textos a partir de respuestas de unos a otros desde lecturas diversas. En el hipertexto, el texto mismo se modifica en la lectura".


Mayor información:   Cibercultura, ciberciudad y cibersociedad


La cibercultura está fomentando una reformulación de la naturaleza de la modernidad. Arturo Escobar en su artículo "Notas para una Antropología de la cibercultura" nos manifiesta que "La cibercultura utiliza formas que ya no están mediadas solamente por consideraciones literarias y/o epistemológicas. Si nuestra era es posmoderna o moderna modificada (“tardía”, “meta”, o “hiper”, como lo han propuesto algunos), es una pregunta que no puede ser contestada antes de una investigación sobre el estado y el estatus actual de la ciencia y la tecnología. Aunque algunos insisten en que la ciencia y el capital todavía funcionan como principios vectoriales de los órdenes sociales dominantes, no es posible afirmar que ya nos hayamos despedido de la modernidad, no obstante los modos de operación sin precedente desarrollados por estos dos principios en las últimas décadas".


Noveno. La era industrial y la Iglesia



La secularización, término de contexto religioso, fue promovido por las sociedades liberales y de tipo socialista, para eliminar el protagonismo que la Iglesia había mantenido hasta entonces, teniendo en cuenta el poder político que ejercía. La Iglesia condenó estas ideologías, prueba de ello fue la política reaccionaria desarrollada durante el pontificado de Pío IX, radicalmente opuesto a los cambios que estaban aconteciendo.
Frente al devastador proceso de industrialización, el constante crecimiento de las masas obreras y de la conflictividad social, hubo católicos que criticaron la explotación a la que estaba siendo sometido el proletariado. Surgió de ese modo la denominada Doctrina social de la Iglesia. La doctrina presentó una serie de documentos, entre los que cabe destacar la encíclica "Rerum novarum", promulgada en 1891 por el Papa León XIII. La deshumanización acaecida a partir de la era industrial hacía replantear el poder económico que estaba en la nueva clase burguesa y que oprimía sin piedad al pueblo, quien adoptó el nombre de proletariado, masa trabajadora de adultos, jóvenes y hasta niños.


La Doctrina social de la Iglesia defendía un orden social basado en la justicia y la caridad, exhortando al Estado a socorrer a las clases más desfavorecidas y alentando el asociacionismo de los trabajadores y fórmulas de asistencia social. La Doctrina social, sin embargo, no constituyó un corpus teórico en sí misma, sino que se expresó mediante una serie de consejos encaminados a ilustrar a los fieles sobre cómo afrontar los retos sociales y económicos del mundo moderno, desde los presupuestos de la fe cristiana. La doctrina rechaza la existencia de la lucha de clases, promocionada por el marxismo, y propuso en su lugar la armonía, la convivencia y el diálogo entre patronos y obreros, exhortando a los primeros a mitigar la miseria de los segundos. De igual modo protegió la propiedad privada combatida por marxistas y anarquistas, considerándola como un instrumento al servicio del bien común.

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Octavo. Martín Lutero y la Iglesia




 
El Dr. Antonio Rehbein Pesce en su artículo "Martín Lutero en la historiografía católica y en la Iglesia católica actual" indica que:
"También para Cochlaeus [biógrafo de Lutero] la rebelión de Lutero contra las indulgencias se explica por una triste rivalidad entre frailes, entre los agustinos y los dominicos, entre el agustino Lutero, que combate las indulgencias y el dominico Tetzel, encargado de predicar las indulgencias en Alemania.
Pero ciertamente donde Cochlaeus más carga las tintas negras sobre Lutero es en el aspecto moral; lo retrata como una figura abominable. Aparece dominado por el orgullo, la soberbia y la ambición; tiene un carácter hipócrita e iracundo, que se deja llevar por las blasfemias y las insolencias; sobresale también por su gran astucia, por ser mentiroso y por inventar calumnias. En suma, la explicación de la crisis y rebeldía del fraile Lutero le resulta muy sencilla; se debió a la envidia, a la vanidad, a la soberbia, a la desobediencia, al desprecio de la autoridad, a su carácter desenfrenado. De este fondo pasional brotó su sublevación y para la justificación doctrinal interpretó de una determinada manera algunos textos de San Pablo. La imagen de Lutero expuesta en la obra de Cochlaeus se perpetuó en la historiografía católica hasta principios del siglo XX; los teólogos e historiadores católicos han repetido durante cuatro siglos los argumentos llenos de prejuicio y hostilidad de Cochlaeus, que creó así un muro de incomprensión hacia Lutero por parte de los católicos". 





La situación de la Iglesia en vísperas de la Reforma se concreta, según Lortz, en múltiples abusos, en una falta de claridad teológica y en una carencia de vigor religioso; junto a esto, existía una necesidad real de reforma en la Iglesia tardomedieval. Ante tantas ocasiones desperdiciadas para iniciar la reforma, llegó a ser históricamente inevitable que la reforma se presentara de forma revolucionaria. Existe pues, una culpa considerable también por parte católica en la escisión de la Iglesia originada por la Reforma.

Martín Lutero, después de una seria lucha ante Dios, se salió de la Iglesia católica impremeditadamente. Se convirtió en reformador en su combate contra una representación insuficiente de la realidad católica. Fue Lortz quien descubrió y desarrolló la tesis del "Lutero católico". De él afirma: "Derribó en sí mismo un catolicismo que no era católico" (I, 176) y "descubrió de un modo herético lo que constituye el patrimonio central del catolicismo" (I, 434). Además, sus demandas religiosas no encontraron, por parte de la Iglesia, del Papa y los obispos, la respuesta seria que exigían ni la responsabilidad que reclamaban.


Por encima de todas las realidades que tipifican a Lutero, este era un hombre religioso y de mucha oración (I, 383), que vivió de la entrega confiada al Padre por medio del Crucificado; de aquí nace su teología de la Cruz. Asimismo, reconoce que él era un teólogo de gran envergadura; la interpretación teológica que Lutero da a la justificación es calificada por Lortz de enteramente católica y enraizada en la teología tardomedieval de la Iglesia (I, 177). La constatación de estos hechos no impide a Lortz hacer una severa crítica a Lutero. El reformador se encontraba poderosamente influenciado por sus vivencias, perdía el control con cierta facilidad, era muy impulsivo y poco cortés. Predomina en él su inclinación a dominar la realidad, en lugar de aceptarla serena y humildemente y por lo mismo no es un oyente dócil de la palabra de Dios y menos aún de la Iglesia. En pocas palabras: Lutero se halla instalado, ya de raíz, en una posición subjetivista, en un subjetivismo radical.
La tesis de Lortz sorprendió al mundo católico y aún más, al protestante. El historiador luterano de la Iglesia Erwin Mülhaupt afirmaba que la posición de Lortz desgraciadamente no se podía considerar representativa del catolicismo oficial. Efectivamente la obra de Lortz encontró aún cierta dificultad en las mismas autoridades de la Iglesia católica y solo pudo ser reeditada en 1942 y en 1948. Sin embargo, desde fines de la guerra mundial, los estudios de Lortz y los de sus discípulos han ido avanzando en aceptación. El autor mismo siguió trabajando en forma constante esta imagen de Lutero hasta su muerte acaecida a comienzos de 1975; modificó muchos aspectos, precisó otros, trató de asegurarlos contra malentendidos y ocasionalmente también los rectificó.
Joseph Lortz, al enmendar la imagen de Lutero, que tenían los católicos, abrió paso a la adhesión de la Iglesia católica al movimiento ecuménico; esto se produjo en el Concilio Vaticano II. Allí se puede comprobar el cambio de clima en el Decreto sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio; en él se exige a los católicos que reconozcan en la vida de los hermanos separados las riquezas de Cristo y las obras de virtud que dan testimonio de Cristo (Nº 4) y se hace resaltar que la escisión de la Iglesia ha surgido "no sin culpa de los hombres de una u otra parte" (Nº 3). Esto significa como lo ha constatado Lortz, en las conclusiones finales de su investigación acerca de las causas de la Reforma, que "la Reforma es un asunto que afecta al catolicismo en el sentido de una complicidad, también por parte católica, en la motivación y por tanto en la culpa... Tenemos que asumir nuestra propia culpa" y además estamos llamados "a reintegrar en la Iglesia católica el rico patrimonio de Lutero".    

Mayor información:   Martín Lutero en la historiografía católica


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Décimo. El hombre primitivo y la religión

  
1. Aparece el ser humano, creador de la cultura.
A partir de 1959, expediciones científicas han sacado a la luz una sorprendente documentación compuesta por cráneos y esqueletos alrededor de los cuales se han encontrado guijarros tallados por una cara o por ambas, armas de caza, percutores y otros utensilios.  A este primer hallazgo cultural se le ha denominado Cultura de Olduvai, un yacimiento de Tanzania, y su artífice ha recibido el nombre de Homo habilis.  El Homo habilis habitó la Tierra entre 2.500.000 años hasta 1.600.000 años, con una cavidad craneal de 760 cm3  y columna vertebral casi recta.  Rasgos antropológicos demuestran que este ser presentó habilidades para crear y fabricar útiles según resistencia, solidez y color; aquí comienzan los indicios significativos de la presencia de un imaginario y de una conciencia simbólica; “una vez que ha empezado a crear, este hombre ya no se detiene” y así, se prueba la existencia de una función simbólica como rasgo distintivo de la especie humana, marcando el nacimiento del Homo religiosus; con la invención de la cultura el Homo habilis nos transmite un desarrollo de la inteligencia.


2. Hombre conquistador de los espacios y espectador de la bóveda celeste.
El Homo erectus, “hombre de pie”, es el siguiente eslabón que apareció en África oriental, localizado al este del lago Turkana, en Kenia, hace 1.500.000 años, y cuyos restos ya se habían descubierto en Java en el año 1891; el Homo erectus se extendió desde África hasta Java, China y el sur de Europa, desapareciendo hace unos 150.000 años. Poseía una cavidad craneal que evolucionó de 800 cm3 hasta 1.250 cm3. 

Este conquistador de los espacios ha dejado numerosas huellas de sus asentamientos, entre las cuales se encuentran campamentos al aire libre y restos de cabañas con espacios interiores diferenciados para la talla de útiles, la preparación de la caza o el descanso de la familia.  La talla de piedra, o primitiva industria lítica, y el dominio del fuego, en la civilización achelense, son características propias del Homo erectus, donde esta última manifiesta más un progreso psíquico que técnico, debido al hallazgo de indicios rituales en torno suyo, con lo que podemos pensar en la importancia de este elemento para la casa, la familia y la sociedad, ya que de esta manera se crea el espacio humano con sentido futuro.  El historiador de religiones Mircea Eliade sostiene que el ser humano en este momento contempló la bóveda celeste de modo particular y experimentó una auténtica presencia de lo sagrado en su conciencia, dejándonos las raíces de la religiosidad humana.




3. El Homo sapiens y la conciencia de una vida después de la muerte.
Alrededor de los 150.000 años el Homo sapiens apareció, con una cavidad craneal que va de los 1.400 cm3 hasta los 1.700 cm3.  El hombre del paleolítico medio desarrollo la industria musteriense, la cual comprende un conjunto de técnicas de fabricación que implican un aprendizaje y, por lo tanto, un lenguaje.  El Homo sapiens tomó conciencia de la muerte y, de alguna forma, de continuidad de la vida; las primeras sepulturas descubiertas se encuentran en Skhul y en Qafzeh, en Palestina y datan de hace 90.000 años; en La Ferrassie se comprobó antropológicamente la existencia de vínculos afectivos entre los vivos y el niño difunto sepultado; así, es común encontrar elementos particulares como ramas, flores, utensilios, adornos, protectores craneales, que posibilitan la conciencia de una vida después de la muerte.  El tratamiento del ocre amarillo, que se torna de color rojo al calentarlo con el fuego, y su uso funerario, simboliza la sangre y la vida contenida, buscando manifestar la creencia de la vida más allá. Hacia finales del paleolítico superior los ritos funerarios se multiplicaron en Europa, Asia y África.

 









 
4. El hombre en busca del sentido del Universo.

Llega entonces el Homo sapiens sapiens, el hombre del paleolítico superior, alrededor del 40.000 hasta el año 10.000.  Este hombre manifiesta un nuevo estadio de humanización caracterizado por la armonía entre utensilio, mano, cerebro, conciencia intelectual e imaginario; el resultado de esta actividad es el maravilloso patrimonio mundial de arte y cultura, ya que gracias a él sabemos cómo pensaba nuestro ser.  Henri Breuil llama la atención sobre la similitud entre algunos ritos mágico-religiosos asociados a la caza mayor y los ritos que celebran las tribus aborígenes actuales; por su parte, Jean Clottes y David Williams expresan que la creación de pinturas rupestres es obra de chamanes, personajes iniciados bajo el efecto de drogas, que durante el trance transmiten sus mensajes y visiones.
André Gourhan opina que las pinturas constituyen mitogramas (composiciones que cobran sentido sólo cuando el maestro narra a los jóvenes la historia representada en la pintura), encontrándonos con los orígenes de los primeros y grandes mitos que luego se expresarán con las primeras escrituras.  ¿Y qué busca este hombre del paleolítico con todo esto? Seguramente la construcción del sentido de la vida y del universo, y para esto ha echado mano del lenguaje simbólico y mítico; busca el sentido de la vida y cree en la existencia de la vida después la muerte; sus dibujos y pinturas se encuentran sobre rocas y bajo tierra, en cuevas transformadas en santuarios, donde la expresión artística realiza la prueba de una experiencia rica de lo sagrado y del misterio de la vida. 


5. El hombre sedentario y el desarrollo de la conciencia de lo divino.
Hacia el año 12.000 a.C el hombre abandona los refugios naturales y se asienta en espacios habitables construidos por poblaciones que viven del medio circundante, estos son los llamados poblados sedentarios y a esta civilización se la conoce como Natufiense, apareciendo con ella la construcción de los primeros cementerios, dato que respalda la fe en una vida más allá de la muerte y en una comunidad de difuntos.  Hacia el año 10.000 a.C aparecen estatuillas femeninas, encontradas por Jacques Cauvin en Mureybet, junto al río Eufrates, evento que promovió la denominada revolución de los símbolos: La mujer y el toro son los primeros motivos que representan la divinidad.  En el año 8.300 a.C el nacimiento de la agricultura, la domesticación de animales y la aparición de nuevas tecnologías dio inicio a la religión neolítica; en la península de Anatolia se han encontrado santuarios domésticos, frescos, altorrelieves, estatuillas femeninas y de hombres en posición orante; Cauvin expresa que “lo sagrado ya no está al nivel del hombre sino por encima de él (Creencia en un ser supremo); además, aquí se encuentran definidos los grandes mitos agrarios, las estaciones, el cosmos, el origen del sol y de los astros.
  

6. Símbolos, mitos y ritos del hombre religioso.
Queda reflejado que el símbolo es un elemento fundamental para el pensamiento, la conciencia, la creatividad y la vida del hombre religioso, así como lo manifestó Mircea Eliade; el cielo revela directamente al hombre arcaico su trascendencia, su fuerza, su carácter sagrado, convirtiéndose en agente de revelación, y la relación entre psique humana e impulsos externos hace que el hombre conozca un crecimiento y una actividad siempre nuevas.  Su imaginario le permitirá realizar signos y símbolos de lo trascendente y lo divino, lo cual es hoy día un patrimonio religioso de la Humanidad.  El mito le sirve al hombre para contar hechos de sus orígenes, del tiempo fabuloso y primordial de los inicios, explicando así su realidad; el mito es una historia sagrada estructurada mediante un sistema de símbolos, donde su repetición cumple la función de despertar las conciencias y renovar el hecho primario; para los monoteísmos basados en fundadores históricos los mitos son convertidos en compendio a través de la historia sagrada plasmada en el texto y sus ritos particulares servirán de mediadores y de renacimiento del carácter sagrado, ya que el rito encuentra espacio dentro de una expresión simbólica en la que el hombre busca un contacto vital con la divinidad.  De esta forma, símbolos, mitos y ritos son elementos esenciales para la actividad del hombre religioso.
 Mayor información:   Ver video:   El origen del hombre - National Geographic


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   Homo habilis.


Homo sapiens.   



El Origen del hombre.

Séptimo. Constantino y el Cristianismo


La batalla del Puente Milvio decide el futuro de Roma y del pueblo cristiano. Constantino no será un emperador-Dios como era la tradición romana. En el año 300 d.C. vino a darse el fin de las persecuciones cristianas después del imperio de Diocleciano, manifestando los cristianos que no claudicarían a su deseo espiritual a pesar del martirio. Constantino enfrenta al ejército de Majencio, dos veces más poderoso, y gana la batalla luego de entender una visión cristiana y de captar la presencia de Jesucristo, a partir de ese momento. Su madre, Helena, santa de la Iglesia Católica, tuvo una gran influencia sobre la vida de Constantino y su conversión. El emperador Licinio –emperador de Oriente- y Constantino –emperador de Occidente- firman en una reunión el Edicto de Milan, que permitía la libertad religiosa y de derechos civiles al pueblo cristiano dentro de la sociedad romana. Constantino observa, frente a la realidad y estructura del Imperio romano y de la ciudad de Roma, que el cristianismo posee una solución de vida frente a la débil moral romana y La organización social.
Las cuatro basílicas mayores cristianas se construyeron en el reinado de Constantino; la de San Pedro, erigida sobre el lugar donde el apóstol Pedro fue martirizado –según la tradición-; la basílica de San Juan de Letrán o primera basílica de la sede del vicario de Cristo, también conocida como El Salvador; San Pablo extramuros erigida en nombre del apóstol de los gentiles y donde su cuerpo fue enterrado; y por último, Santa María la Mayor, en nombre de la madre de Jesucristo. Además de templos, Constantino levantó construcciones para el socorro de enfermos, de viudas y huérfanos, en las cuales los cristianos pudieron desplegar su práctica de la caridad.

En el medio civil defendió la familia, humanizando el trato a niños y esclavos; en el siglo IV los actos públicos dejan el carácter de sacralización, su presencia idolátrica, para comenzar a convertirse en actos de entretenimiento dignos y ya no religiosos. Sin embargo, no todos los privilegios para la Iglesia fueron gratuitos sino condicionados por el interés del Imperio romano, con lo cual la figura de Constantino se entromete a nivel político sobre la vida de la Iglesia, realidad conocida como cesaropapismo.


 



La imagen del lado izquierdo se conoce con el nombre de CRISMÓN, uno de los primeros símbolos que representaba a la cultura cristiana.





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