1. Aparece
el ser humano, creador de la cultura.
A partir de 1959,
expediciones científicas han sacado a la luz una sorprendente documentación
compuesta por cráneos y esqueletos alrededor de los cuales se han encontrado
guijarros tallados por una cara o por ambas, armas de caza, percutores y otros
utensilios. A este primer hallazgo
cultural se le ha denominado Cultura de
Olduvai, un yacimiento de Tanzania, y su artífice ha recibido el nombre de Homo habilis. El Homo habilis habitó la Tierra entre 2.500.000
años hasta 1.600.000 años, con una cavidad craneal de 760 cm3 y columna vertebral casi
recta. Rasgos antropológicos demuestran
que este ser presentó habilidades para crear y fabricar útiles según resistencia,
solidez y color; aquí comienzan los indicios significativos de la presencia de
un imaginario y de una conciencia simbólica; “una vez que ha empezado a crear,
este hombre ya no se detiene” y así, se prueba la existencia de una función
simbólica como rasgo distintivo de la especie humana, marcando el nacimiento
del Homo religiosus; con la invención
de la cultura el Homo habilis nos transmite un desarrollo de la inteligencia.
2. Hombre
conquistador de los espacios y espectador de la bóveda celeste.
El Homo erectus, “hombre de pie”, es el siguiente eslabón que apareció
en África oriental, localizado al este del lago Turkana, en Kenia, hace
1.500.000 años, y cuyos restos ya se habían descubierto en Java en el año 1891;
el Homo erectus se extendió desde África hasta Java, China y el sur de Europa,
desapareciendo hace unos 150.000 años. Poseía una cavidad craneal que evolucionó de 800 cm3 hasta
1.250 cm3.
Este conquistador
de los espacios ha dejado numerosas huellas de sus asentamientos, entre las
cuales se encuentran campamentos al aire libre y restos de cabañas con espacios
interiores diferenciados para la talla de útiles, la preparación de la caza o
el descanso de la familia. La talla de
piedra, o primitiva industria lítica, y el dominio del fuego, en la civilización
achelense, son características propias del Homo erectus, donde esta última
manifiesta más un progreso psíquico que técnico, debido al hallazgo de indicios
rituales en torno suyo, con lo que podemos pensar en la importancia de este
elemento para la casa, la familia y la sociedad, ya que de esta manera se crea
el espacio humano con sentido futuro. El
historiador de religiones Mircea Eliade sostiene que el ser humano en este
momento contempló la bóveda celeste de modo particular y experimentó una auténtica
presencia de lo sagrado en su conciencia, dejándonos las raíces de la
religiosidad humana.
3. El
Homo sapiens y la conciencia de una vida después de la muerte.
Alrededor de los
150.000 años el Homo sapiens
apareció, con una cavidad craneal que va de los 1.400 cm3 hasta los
1.700 cm3. El hombre del
paleolítico medio desarrollo la industria musteriense, la cual comprende un
conjunto de técnicas de fabricación que implican un aprendizaje y, por lo
tanto, un lenguaje. El Homo sapiens tomó
conciencia de la muerte y, de alguna forma, de continuidad de la vida; las
primeras sepulturas descubiertas se encuentran en Skhul y en Qafzeh, en
Palestina y datan de hace 90.000 años; en La Ferrassie se comprobó
antropológicamente la existencia de vínculos afectivos entre los vivos y el
niño difunto sepultado; así, es común encontrar elementos particulares como
ramas, flores, utensilios, adornos, protectores craneales, que posibilitan la
conciencia de una vida después de la muerte.
El tratamiento del ocre amarillo, que se torna de color rojo al
calentarlo con el fuego, y su uso funerario, simboliza la sangre y la vida
contenida, buscando manifestar la creencia de la vida más allá. Hacia finales
del paleolítico superior los ritos funerarios se multiplicaron en Europa, Asia
y África.
4. El hombre en busca del sentido del Universo.
Llega entonces el Homo sapiens sapiens, el hombre del paleolítico superior, alrededor
del 40.000 hasta el año 10.000. Este
hombre manifiesta un nuevo estadio de humanización caracterizado por la armonía
entre utensilio, mano, cerebro, conciencia intelectual e imaginario; el
resultado de esta actividad es el maravilloso patrimonio mundial de arte y
cultura, ya que gracias a él sabemos cómo pensaba nuestro ser. Henri Breuil llama la atención sobre la
similitud entre algunos ritos mágico-religiosos asociados a la caza mayor y los
ritos que celebran las tribus aborígenes actuales; por su parte, Jean Clottes y
David Williams expresan que la creación de pinturas rupestres es obra de
chamanes, personajes iniciados bajo el efecto de drogas, que durante el trance
transmiten sus mensajes y visiones.
André
Gourhan opina que las pinturas constituyen mitogramas (composiciones que cobran
sentido sólo cuando el maestro narra a los jóvenes la historia representada en
la pintura), encontrándonos con los orígenes de los primeros y grandes mitos
que luego se expresarán con las primeras escrituras. ¿Y qué busca este hombre del paleolítico con
todo esto? Seguramente la construcción del sentido de la vida y del universo, y
para esto ha echado mano del lenguaje simbólico y mítico; busca el sentido de
la vida y cree en la existencia de la vida después la muerte; sus dibujos y
pinturas se encuentran sobre rocas y bajo tierra, en cuevas transformadas en
santuarios, donde la expresión artística realiza la prueba de una experiencia
rica de lo sagrado y del misterio de la vida.
5. El hombre sedentario y el desarrollo de la
conciencia de lo divino.
Hacia el año 12.000 a.C el hombre abandona los
refugios naturales y se asienta en espacios habitables construidos por
poblaciones que viven del medio circundante, estos son los llamados poblados
sedentarios y a esta civilización se la conoce como Natufiense, apareciendo con ella la construcción de los primeros
cementerios, dato que respalda la fe en una vida más allá de la muerte y en una
comunidad de difuntos. Hacia el año
10.000 a.C aparecen estatuillas femeninas, encontradas por Jacques Cauvin en
Mureybet, junto al río Eufrates, evento que promovió la denominada revolución
de los símbolos: La mujer y el toro son los primeros motivos que representan la
divinidad. En el año 8.300 a.C el
nacimiento de la agricultura, la domesticación de animales y la aparición de
nuevas tecnologías dio inicio a la religión
neolítica; en la península de Anatolia se han encontrado santuarios
domésticos, frescos, altorrelieves, estatuillas femeninas y de hombres en
posición orante; Cauvin expresa que “lo sagrado ya no está al nivel del hombre
sino por encima de él (Creencia en un ser supremo); además, aquí se encuentran
definidos los grandes mitos agrarios, las estaciones, el cosmos, el origen del
sol y de los astros.
6. Símbolos, mitos y ritos del hombre
religioso.
Queda reflejado que el símbolo es un elemento
fundamental para el pensamiento, la conciencia, la creatividad y la vida del
hombre religioso, así como lo manifestó Mircea Eliade; el cielo revela
directamente al hombre arcaico su trascendencia, su fuerza, su carácter
sagrado, convirtiéndose en agente de revelación, y la relación entre psique humana
e impulsos externos hace que el hombre conozca un crecimiento y una actividad
siempre nuevas. Su imaginario le
permitirá realizar signos y símbolos de lo trascendente y lo divino, lo cual es
hoy día un patrimonio religioso de la Humanidad. El mito le sirve al hombre para contar hechos
de sus orígenes, del tiempo fabuloso y primordial de los inicios, explicando
así su realidad; el mito es una historia
sagrada estructurada mediante un sistema de símbolos, donde su repetición
cumple la función de despertar las conciencias y renovar el hecho primario;
para los monoteísmos basados en fundadores históricos los mitos son convertidos
en compendio a través de la historia sagrada plasmada en el texto y sus ritos
particulares servirán de mediadores y de renacimiento del carácter sagrado, ya
que el rito encuentra espacio dentro de una expresión simbólica en la que el
hombre busca un contacto vital con la divinidad. De esta forma, símbolos, mitos y ritos son
elementos esenciales para la actividad del hombre religioso.